28 de junio de 2012

Pretender que otro se haga cargo



Hace poco fue el centenario de uno de los colegios que tuvo el agrado de tenerme como alumna, del cual me expulsaron por pegar un forro en el espejo del baño de la casa de las pupilas, donde yo vivía, aunque creo que en realidad el problema no fue el adminículo pegado en el espejo sino que luego, en lugar de desecharlo simplemente en el tacho de basura, se lo di a un compañero que lo soltó asqueado haciendo un gesto que me dio la pauta de que creyó que estaba usado: no amigo, era nuevito y sin uso, solamente había sido inflado por mi para que tuviera un efecto más artístico.
La cuestión fue que al revolearlo lejos quedó tirado en el jardín del colegio a la vista de todo el alumnado, primario, secundario y de kindergarten, además de la vista de profesores, celadores, directores y demás …ores que pululaban por allí… evidentemente  a alguien no le gustó.

Y ese fue mi error: No desecharlo yo misma sino pretender que otro se haga cargo de algo que había surgido de mi imaginativa creatividad. Porque nunca había pasado nada: ni cuando tomábamos sol en ropa interior en el techo del house, ni hablar de las latas de puchos donde guardábamos las colillas de las toneladas de cigarrillos que fumábamos en el balcón aunque lloviera, acuclilladas debajo la capa azul de lluvia, ni cuando asaltábamos de noche la cocina, ni cuando salíamos del colegio por arriba la ligustrina y volvíamos entrando por la puerta principal seguras de que el portero, que a esa hora estaba perdidamente borracho y nos saludaba como la cosa más normal del mundo, no notaría que era de noche y de algún lado veníamos, o que no tendríamos que estar fuera del colegio a esa hora, ya que éramos pupilas.

Ese fue el problema: pretender que otro se haga cargo de algo que había surgido de mi imaginativa creatividad.