Estoy tratando de que mis temores, mi experiencia, no me distraigan como las sirenas a Ulises. Ulises solicitó a sus compañeros que lo amarraran al mástil para poder escuchar a las sirenas y pidió que no hicieran caso de sus órdenes ni súplicas.
El canto de las sirenas tenía todo lo que Ulises quería escuchar, desesperaba tratando de soltarse pero sus compañeros no lo escucharon, ellos habían cubierto sus oídos con cera.
Yo también escuché el canto de una “soi-disant “sirena que es en realidad una vaca vieja. Sólo logró inmovilizarme por un tiempo.
Quizá el error fue que quien se creyó sirena equivocó su canto, por eso no le creí.
Ahora estoy escuchando otra vez el canto de las sirenas, y estoy aferrada al mástil con mis brazos, pero mis compañeros no me quieren salvar.
¿Será Eros, Anteros o todo el Olimpo que posó su mirada sobre mi?
Lo que será, será.