13 de agosto de 2010

Sinceridad.




Está claro que en nuestra cotidianeidad no nos vemos ni tan lindos, ni tan armónicos como nos vemos en las fotos.
Antes las fotos pasaban por un proceso de revelado, en mi caso llevar a revelar el rollo y luego ir a buscarlo para llevarme la sorpresa del resultado. Ahora no, ahora las veo en la misma cámara y las voy desechando antes siquiera de subirlas a la computadora.

Cuando una foto llega al programa de la computadora puede sufrir varios arreglos: luz, contraste, ojos rojos, en el mejor de los casos, en el peor rebanadas de kilos, granos, canas… conozco todos los casos.

En mi caso no agrego ni quito, pero ciertamente elijo la que va a quedar aunque las otras, las que van directo al tacho también me reflejan.

Así que en la cápsula del futuro nos veremos todos hermosos e ideales y la gente del futuro pensará ¡qué fauna de hipócritas!

Me permito hacer un poco de futurología: creo que en doscientos años seremos un poco más sinceros que ahora, ahora recién estamos empezando a decir la verdad.

Me he puesto a ver la cápsula de María Kodama, la recomiendo:



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